jueves, 26 de septiembre de 2013

Nueve meses.

En ningún caso es una relación a un parto, es lo que llevamos de año y aprovecho para hacer un pequeño balance de lo que ha sido la contratación allá donde trabajo.
Aunque no es un parto, este tiempo no ha estado exento de dificultades, precauciones y sustos que conlleva la gestación de un niño.
Primero voy a realizar un pequeño resumen de la actividad contractual de mi administración, un pequeño organismo autónomo y de como han ido las cosas, sin nombres, ni apellidos, intentando quedar difuminado en el océano digital, pero dejando impronta de la desazón que provoca la realidad y viendo el horizonte (digital) que ya va asomando.

Con los recortes y la falta de ingresos, no sé exactamente cual es el presupuesto total de mi administración, pero creo que no andará más allá de los 30 millones de euros. De este monto, el porcentaje dedicado a contratación pública mediante procedimientos abiertos y negociados, dudo que alcance el 2 % del importe anterior.
A este escaso volumen económico, se ha de añadir que se han realizado seis contrataciones, habiendo un único procedimiento abierto.
Pero vamos a todo lo que ha envuelto a estos contratos. De hecho, solo se han adjudicado dos, uno tuvo que ser desestimado y otro va camino de lo mismo. Hay un quinto a punto de ser adjudicado, el abierto, y uno que estamos a la espera de recibir ofertas, de un servicio que debería llevar ejecutándose desde el día 12.
De los dos adjudicados, uno de ellos está en manos de un organismo "independiente" que pone en duda su legalidad o su claridad, viendo el expediente yo también lo pondría en duda.
De los desestimados, uno lo fue por temas de clasificación y la intromisión de un licitador (aconsejado desde dentro) haciendo consultas a organismos consultivos sobre la pertinencia de una exigencia de solvencia. El segundo lo será para evitar que caiga en manos de ese organismo "independiente", ya que hay cierto tufo a nepotismo.
Todo ha sido resultado de chapuzas e improvisaciones, una tras otra, de las que son conscientes casi todos, menos el órgano de contratación, representado en la figura del director del organismo.
Con este panorama, cuando leo cosas sobre la transición a la contratación electrónica y cosas por el estilo, lo veo tan alejado, que parece ciencia-ficción.

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