jueves, 17 de diciembre de 2020

El teletrabajo no es 24 por 7.

Relacionado con el anterior post, fruto del sufrimiento del teletrabajo en mis carnes, vamos a lo del dicho de "le das un dedo y se cogen el brazo".

Esto es en lo que creen algunos que es el teletrabajo o, por lo menos, lo que les permite el teletrabajo. Una disponibilidad absoluta de la plantilla durante las 24 horas del día y los siete días de la semana. Vacaciones incluídas.

Los cargos políticos han visto la panacea de incrementar la jornada laboral, estirándola como un chicle, pero con la ventaja de que no se rompe. La coyuntura económica favorece este abuso. ¿Adónde vas a ir si decides que estás harto de recibir correos, llamadas y mensajes en cualquier momento? 

El refugio y la seguridad económica del funcionario camino de convertirse en un yugo pesado.

La combinación de la epidemia y el teletrabajo ha llevado hasta límites insospechados el abuso sobre los horarios de las jornadas laborales y sobre los períodos de descanso, vacaciones incluidas.

La excusa de la urgencia y la disponibilidad de medios tecnológicos para trabajar desde casa ha convertido en un mal hábito, en el que caemos todos, ponerte en contacto con cualquiera, en cualquier momento y circunstancia.

Mi crítica no va por la falta de remuneración, que habrá para quien sea primordial, sino a la presión constante para que las cosas se hagan ya.

Ahora mismo, hay compañeros de vacaciones que están casi permanentemente conectados, o sea, sufriendo sus vacaciones.

Abandonados a merced de las olas del maremoto del COVID y el teletrabajo, no se han aprovechados los cuatro instantes de calma chicha para dedicarlos a una planifación y establecer un sistema de trabajo que combine lo presencial (lo que sea imprescindible para la organización) con lo telemático que asegure la contención de los movimientos de la epidemia.

Bueno, medio releído el texto, no sé si el título es muy acertado, pero se intuye parte del contenido, que el teletrabajo permite unas situaciones que, por responsabilidad de los mandos, deberían evitarse o, por lo menos, moderarse.

Mi pequeña rebelión es dejar el portátil en el trabajo si al día siguiente vuelvo a la oficina.