miércoles, 17 de noviembre de 2021

Presuspuesto, ejecución, contratación, transparencia y otros unicornios.

Llevaba barruntando sobre el tema desde hace tiempo. Desde que empecé a escuchar a una de las últimas directoras que hemos tenido, sobre el porcentaje de ejecución del presupuesto del año 2019, creo. A esto, hay que añadirle la sonata recurrente de "si no se gasta, el dinero se pierde". A ver si consigo ordenar conceptos y ligar argumentos.

A partir de ahí, se ha ido desarrollando en mi cerebro una interrelación entre estos temas: el presupuesto, la ejecución del presupuesto, la contratación administrativa (en la parte relativa sobre el presupuesto: partidas de gasto corriente e inversión), la transparencia y seguro que surge alguna cosa más. Sí, claro la deuda pública, que parece que no, pero que orbita alrededor de todos estos conceptos.

La primera interrelación es la que se realiza entre el presupuesto y su ejecución. Primero, vamos a ser honestos, y decir que sobre cuestiones presupuestarias entiendo lo justo: vamos, que es una previsión de gastos y una estimación de ingresos y, que en principio, se debería cuadra a cero. Mi primera observación es sobre qué es lo que impera en la ejecución presupuestaria, si cumplir el objetivo de gasto y dejar todas las partidas a cero o si, por el contrario, debe cumplir el objetivo de ejecutar los programas al mejor precio posible.

Una vez hemos llegado a aquí, entra en juego la contratación pública, que es el medio por el cual las administraciones consiguen proveerse de servicios, obras y suministros. Si la contratación se sujeta a una programación, no exenta de acontecimientos imprevistos, que la ley resguarda bajo el paraguas de la contratación por emergencia, el objetivo es conseguir la mayor calidad al mejor precio, suponiendo un ahorro en cada contratación. Asimismo, nos encontramos con que estamos ejecutando lo programado que tiene su reflejo sobre las cuentas previstas sobre el presupuesto. No nos olvidemos, que cada licitación tiene sus plazos procedimentales, donde la improvisación, que no la emergencia, deberían tener un impacto mínimo, tendente a cero.

Es aquí cuando ambas interacciones entran en una tercera, que podría definirse como contradictoria, colusiva (de colisión, de impacto). Intento explicarme, Si hemos conseguido satisfacer las necesidades programadas por un importe inferior al presupuestado, consiguiendo de esta manera un ahorro en las arcas públicas, nos encontramos ante la imposibilidad de no poder ejecutar el 100 % del presupuesto. Aquí es donde aparece mi gran duda ¿cuál es el objetivo primordial? ¿ejecutar todo el presupuesto, es decir, dejar a cero todas las partidas; o, ejecutar todo lo programado? Mi parecer se inclina por la segunda opción. Además, la contratación pone en manos de los responsables mecanismos para poder llegar al máximo de ejecución del importe presupuestado: básicamente, la adjudicación por importes unitarios con el tope del presupuesto máximo de licitación, que te permite satisfacer un número superior de servicios o suministros a los previstos.

Con este excedente entramos en la última interacción, que es uno  de esos unicornios que rodean a la administración: la deuda pública y la famosa frase que cito en la introducción "el dinero se pierde". Aquí es donde puedo empezar a divagar, si no lo he hecho antes. Tenemos el objetivo de satisfacer lo programado presupuestariamente y conseguirlo con el máximo ahorro posible sin perder el mínimo de calidad necesario. Si conseguido este objetivo, tenemos un remanente presupuestario, mi parecer es que debería dedicarse a sofocar la deuda pública (tendría que repasar concepto para no confudirlo con el déficit público), aligerando la carga que supone esta partida dentro de presupuestos futuros. 

Pero es aquí donde entra el otro unicornio que relaciona presupuesto y ejecución, que es el "dinero se pierde". Creo que esta es una rémora que se arrastra de esa tradición tan arraigada que es el presupuesto incrementalista: gastarlo todo para que en el presupuesto siguiente puedas perdir lo mismo, como mínimo. Al final, acabas condicionando presupuestos futuros a ejecuciones actuales hechas de manera impulsiva y sin más objetivo que el ya explicado, no "perder" dinero.

Es curioso ese doble sentido del concepto perder, relacionado temporalmente. El creer que no gastar ese dinero presupuestado se ha perdido, como si que acabe destinado a sofocar, menguar, reducir la deuda pública no fuese un objetivo suficientemente importante. Esa es la concepción del aquí y ahora, que se acaba vinculando con un futuro en el que no se podrá obtener el mismo presupuesto, po no haber gastadolo anteriormente. Me parece una visión súmamente obtusa, tanto por el que se plantea como unidad de gasto, como por la unidad que debe autorizar la cantidad máxima a gastar.

Creo que aquí ya empiezo a generar cierta nebulosa conceptual y puede hacer poco comprensible lo explicado. Ya lo he avisado al inicio.

Para el final he dejado el tema de la transparencia, que igual daba para otro post (poner artículo me parece de una soberbia importante), pero ya lo dejo aquí.

En estos días nos llegan las peticiones para recopilar la información sobre futuras contrataciones, indicando importes, tipología de contratos, fechas y objetos del contrato con la intención de publicarlo en el perfil del contratante. Mientras estaba leyendo la solicitud me asaltó la siguiente duda: No le estaremos facilitando a las empresas, con este tipo de información y en formatos que facilitan el tratamiento de los datos, que estas puedan llegar a acuerdos de reparto de mercados, a montar cárteles en los que deciden quién se presenta a qué y dónde.

Entiendo que el objetivo es facilitar que las empresas se preparen para que decidan cuál de las licitaciones futuras es de su interés, pero, como digo, el uso de esta información puede ser usada con otros objetivos. Si hasta llegamos a darles una aproximación de cuanta parte del pastel se pueden repartir.

De ahí, mis objecciones a publicar dicha información de la forma en la que se realiza. Creo que debería limitarse, que no se debería informar, en ningún caso, de los importes previstos e, incluso, del objeto del contracto de forma tan singularizada. Quizás se podría usar el CPV como guía, para intentar poner obstáculos en la formación de posibles cárteles.

martes, 19 de octubre de 2021

La formación, ¿una distopía?

Llega fin de año y comienza la planificación de la formació. Lo deduzco de los correos que recibo por esta fechas sobre las necesidades formativas. Algunos sobre una oferta ya cerrada, ofrecida por el departamento al cual estamos adscritos, para que desde la unidad que gestiona nuestra formación, reserve alguna de las plazas de la oferta.

Hecha esta introducción, bastante pobre, vamos al meollo de la cuestión que no es otra que la disfunción que hay entre las necesidades de formación y la oferta de la misma.

Primero de todo, reconocer que es complicado detectar las necesidades sin la participación de los interesados, los trabajadores. Es entonces cuando la novedad normativa, la tecnológica y la de las nuevas tendencias (el manido mainstream) son los pilares en los que los responsables de formación deben basar su trabajo. Y, la intuición o sus preferencias, cuando no les queda otra que inferir sus propias necesidades al conjunto de la organización.

Lo distópico es lo que entra en juego a partir del momento en el que te sientas frente a la pantalla, con la ayuda de la poca participación (o no) de tus compañeros y la soledad de tus neuronas, para ver qué puedes ofrecer y quién te lo puede proveer. Digo que es una distopía, puesto que hay un montón de necesidades formativas básicas, la primera de todas, asumir que un ordenador no es una máquina de escribir, y menos, en estos momentos en los que el papel está siendo arrinconado a marchar forzadas. 

Digo esto, puesto que me he encontrado con dos ejemplos que hacer temblar al más templado. Durante la última semana me he encontrado con las siguientes situaciones: 

  • Buscado en la intranet el acceso a la herramienta de gestión del archivo, una compañera de trabajo no sabía lo que era un marcador del navegador ni como ponerlo en una página web.
  • El segundo caso es el de otra persona que, mientras le estaba explicando cómo debía rellenar los formularios de la herramienta de gestión de la contratación, iba haciendo fotos con el móvil para, a posteriori, usarlas y crear un manual. Eso en lugar de hacer una captura de pantalla.
  • Luego, está el tema del uso de la doble o triple pantalla. Nuestra dotación consiste en un portátil, una dock station y dos pantallas. Pues hay gente que trabaja directamente sobre el portátil, aproximadamente de 14" y las otras pantallas usadas como atrezo. Luego, están los que duplican o triplican las pantallas, teniendo el mismo contenido en todas ellas.
Esto nos indica que hay una falta de formación en aspectos básicos que, quizás por buena fe de los responsables de formación, se dan por supuestos, pero que la experiencia nos tira por tierra en cualquier momento.

Esta es la primera parte de la distopía. La segunda es la que viene referida a esos temas que se han puesto de moda en la gestión de organizaciones, principalmente privadas, y que la administración se lanza ávidamente a copiar, priorizándolos sobre las necesidades reales de la formación.

Entiendo que la gestión de conflictos, sobre todo para el personal que está en contacto con el público, pero se ha llegado a unos niveles absurdos en la imposición de determinada formación sobre situaciones que son muy particulares y anecdóticas. No estoy diciendo que no se haga formación, si no que se sea congruente y proporcional. El ejemplo es el mindfunless. Tengo la sensación que es una moda, rollo la new age (ya lo sé que voy para viejo, por la referencia), quizás sea una fijación personal con todo aquello que se vincula a una percepción simbólica o metafísica de la realidad, acercándose a las filosofías orientales para hallar en ellas un simbolismo o significado, pero que no solucionan una problemática. Problemática que puede estar generada por falta de esa formación que no se imparte por priorizar estos temas. Estamos en la dicotomía prevención/curación.

Decirlo hay que decirlo todo, yo no manifiesto mis necesidades, por desidia y por que intento experimentar con las herramientas de las que dispongo o buscar por mi cuenta el soporte y ayuda necesarios. Seguramente no es la posición más inteligente ni la más provechosa para la organización. Quizás el empezar a pedir puede hacer que quien tiene el poder de decidir cambie su forma de ver las cosas.

La queja y la crítica deben usarse para construir, no para el regodeo personal del "ya te lo dije", que no deja de ser una postura autocomplaciente y poco implicada.

viernes, 9 de julio de 2021

El espejismo de apartar las piedras del camino.

Con ese título, ¿de qué se puede hablar? Pues de los contratos basados en acuerdos marco. 

Lo primero la sinceridad, si es que tiene algún valor, la premisa de estas cuatro líneas es una interpretación, basada en la intuición y en el error sobre procedimientos de contratación al que pueden llevar este tipo de procedimientos.

Estos procedimientos son como autopistas recién inauguradas para los políticos, ven en ellas la manera más rápida de llegar a su fin, el que sea. Sobre todo si, como en Alemania (no sé si todavía es así), no hay límites de velocidad. Con dos o tres llamadas, se acelera el procedimiento cuando intervienen terceros (nuestra amada intervención).

Pero claro, esto es un espejimo dentro del inabarcable universo de la contratación pública. Para circular por una autopista, primero hay que hacerla, y eso son los acuerdos marco y el resto de procedimientos de racionalización de la contratación (pero de estos no uso). Mi más sincero y enorme agradecimiento a todos aquellos que los construyen y nos facilitan la vida. 

El problema es que en el día a día tenemos los procedimientos ordinarios. Nuestras carreteras comarcales recién inauguradas, de piso firme pero con ese trazado sinuoso y lleno de intersecciones. 

¿Por qué es un espejismo? Porque puede deslumbrar a quien, recién instalado en su silla y con el poder decisorio, puede crearse la falsa sensación de que contratar es rápido y fácil, que no hace falta una previsión excesiva para llegar a adjudicar un contrato.

Pues esta es la situación en la que me hallo, que el nuevo amo del despacho crea que todo el monte es orégano y no lo es.

Sinceramente, espero estar completamente equivocado. Pero ya conocemos las prisas de los que quieren darse a conocer.

miércoles, 16 de junio de 2021

Las distopías del teletrabajo.

Que la gente no ha entendido que es el teletrabajo debe ser la única afirmación que se puede hacer a día de hoy en este nuevo contexto laboral.

Me arrogo la palabra distopía para señalar un par de hábitos, malos por supuesto, que se han impuesto en el día a día del trabajar desde casa, eso que se ha dado por llamar teletrabajo. Seguimos con una visión corta de miras, por lo menos en la práctica. La teoría, como ya sabemos, solo se aguanta en el papel.

Los hábitos, vicios que se cronificarán en breve, son las reuniones "estéreo" (definición de debo a un compañero, que me señaló que había reuniones ajenas que escuchaba en estéreo) y los de la mirada perdida en las reuniones.

Vayamos por partes, tampoco vamos a ser muy extensos. En cuanto a las reuniones "estéreo" decir que son aquellas en las que parte de los asistentes comparten espacio físico y, en lugar de ocupar una sala entre los presentes, cada uno "asiste" desde su puesto de trabajo. De aquí el epíteto de estéreo, que al compartir el espacio común al resto de trabajadores, se escuchan las réplicas y contrarréplicas de los "asistentes". Puedo entender que no se aglomeren 6 u 8 personas en una sala, pero dos o tres, que acostumbran a ser los presentes, no son un gran impedimento. Curioso, por lo menos. Sobre todo teniendo los medios que se tienen.

Los de la mirada perdida. Bueno esto es una generalización a partir de un caso único. Son aquellos que estando en una reunión y centras tu atención en su mirada, parece que está perdida, pero lo que está es haciendo otras cosas, puesto que considera que es una pérdida de tiempo o, que al menos, la reunión está muy abajo en sus prioridades, cuando no es el caso, en muchas ocasiones.

Son esas curiosidades que se asimilan y se acaban cronificando en un hábito que nadie considera que sea un absurdo o contradicción. Lo dicho, la Administración y sus particularidades.

jueves, 13 de mayo de 2021

¿Egoísmo, miopía o incapacidad?

La entrada será (debería serlo) corta. Ha sido un momento de "curiosidad" respecto a como se estructuran las carpetas de un servicio dentro de las carpetas comunes que tenemos en línea.

El hecho es que escuchando a un par de compañeros donde tenían ubicada cierta información, he decidido submergirme en el explorador de carpetas para comprobar lo que he escuchado. Y, siendo cierto lo que he escuchado, me parece delirante.

La carpeta en cuestión se titula "Carpeta X_Y". Sí, carpeta, como si el icono de color amarillo que inunda el explorador de windows diese a equívoco. X e Y son los nombres de los compañeros. Por tema de protección de datos, los he anonimizado (¿sarcasmo o ironía?). De repente, mis ojos ha acabado postrados en otra carpeta con una identificación similar. En este caso solo es "Y_Z", los nombres de uno de os anteriores y un tercero.

Esto que parece una trivialidad y algo superfluo, creo que condensa algunos de los problemas de la Administración Pública:

  • Jeraquización absurda.
  • Personalismo y creencia de la imprescindibilidad.
  • Falta de formación en temas de informática.
  • Información cautiva.
  • Orden y sentido común.
Siendo carpetas correspondientes a una competencia determinada de una parte del servicio, en las que interactúan estas tres personas (quizás el superior jerárquico acabe accediendo, lo ignoro), no veo el sentido de crear dos (lo del orden y el sentido común).

La jerarquización está implícita en la existencia de dos carpetas que van destinadas al personal ordenado segúnla jerarquía. Aquí se podría añadir el tema de la imprescindibilidad, que la gente se cree que solo ella puede hacer esa tarea y nadie más, por eso para qué identificar la carpeta con un nombre que pueda ayudar a terceros, en caso de tener que buscar una información sin tener que recurrir a los tres implicados.

El hecho de poner el nombre propio remarcando el hecho de propiedad, de casi caciquismo, de "este es mi cortijo, no oseis asomar el hocico". Cuando tu paso, como el de cualquier funcionario, es circunstancial, como el de cualquier ser humano sobre la superficie de la tierra. Igualmente, esta manera de nombrar la carperta supone una manera de encriptar la información, tenerla cautiva, no sea que alguien se apropia, vete tú a saber con qué aviesas intenciones, según sus elucubraciones.

Al final, esto se ha alargado. Parece una tontería, pero hay vicios ocultos y vanidades excesivas. Esperemos que algún días podamos expiar este tipo de pecados veniales.


jueves, 22 de abril de 2021

Aislacionismo exterior e interior ¿incomunicación? ¿desinterés?

No estamos en la Albania d'Enver Hoxha, ni en la Corea del Norte de Kim, estamos en un modesto organismo autónomo en el que hay palabras que parecen silenciadas, como si se tratase de una red social que te permite dicho nivel de censura.

Mis capacidades de analista de organizaciones y todas estas mandangas son cercanas al cero, puesto que se basan en la observación, algunos comentarios y el sentido común.

De la observación, una década viendo a la gente con la que trabajo y para la que trabajo (mi unidad es del tipo, de ese bonito y actual concepto, transversal prestando servicios a todo el organismo), he llegado a constatar actitudes sorprendentes.

Una de ellas es el aislacionismo interior y exterior. Esta doble vertiente se basa en la constatación de mi día a día. El jefe de la unidad en la que estoy peca de esta doble vertiente. Se aísla del resto de las unidades a las que ha de satisfacer sus necesidades, puesto que su responsabilidad con los caudales públicos funciona como muro de contención hacia los deseos y/o necesidades del resto de la organización. Tener una concepción de que la mayoría de los recursos se utilizan para cosas futiles, banales y por un coste superior a los servicios recibidos (en ocasiones certeramente), refuerza ese muro de contención hacia las actuaciones que no entran en sus esquemas de lo que sería un gasto racional y las implicaciones burocráticas del mismo.

En cuanto al aislacionismo interior, se constanta en algo tan simple como es la ¿incapacidad? o el desinterés por realizar reuniones de toda la unidad para saber qué se está haciendo y cómo; si hay alguna necesidad que cobrir; si puede haber refuerzo al resto de la unidad en según que tareas que puedan ser asumidas por otros compañeros en un determinado momento y no supongan una sobrecarga de trabajo a la hora de explicarla.

De los comentarios de una compañera, sobre la que recaen la pesada carga de intentar cohesionar y racionalizar parte de la organización, carga, dicho sea de paso, que no debería soportar estoica y solitariamente, llego a deducir que ese aislacionismo no es algo excepcional, que también se detecta en otras unidades, aunque la interrelación con el resto de la organización sea mayor por obligación y una comunión en las competencias a ejercer.

El aislacionismo está íntimamente ligado a dos aspectos (seguro que hay más) que son una grave carga y un gran freno para la organización: la incomunicación y el desinterés.

La cuestión es dilucidar si son causa o consecuencia de este aislacionismo, quizás haya un poco de todo, o que no deja de ser un pez que se muerde la colar y en el que el desinterés y la incomunicación te llevan a aislarte del resto al no poder poner en relevancia tu opinión o valorizar el trabajo realizado. Este aislamiento puede provocar que ya no te interese comunicarte, ya que presupones que tu pensar es irrelevante, secundario y que estás para servir al resto, con lo que empieza a calar el desinterés por integrar la organización como un todo.

Lo que está claro es que, como buen reino de taifas, las unidades se creen imprescindibles sin tenen en cuenta que lo imprescindible es ofrecer un servicio público con el mejor nivel de calidad posible. Esto requiere valorizar el trabajo de todos, circunscribiéndolo en el lugar que ocupa y en lo necesario que es, aunque sea menos visible. Aquí podríamos vincular la cuestión con la información cautiva, que nos hace creer que es poseerla y no comunicarla nos hace imprescindible o poderosos. Pero es una cuestión a tratar en otro momento.

¿Soluciones? Hay quien las está buscando (y le va la salud, 😉), hay quien las intenta entender y hay quien las rechaza de plano. La actitud hacia las soluciones tiene que ver, en gran medida, con personalidades y egos, no es solo querer, es saber porqué no se quiere.

jueves, 1 de abril de 2021

¿Personalidad o personalismos?

Breve entrada sobre lo que llevo sufriendo en una mesa y como las personalidades o personalismos suponen una carga insoportable cuando se llevan a los extremos.

Estamos tramitando la contratación de un servicio. Mientras se han ido desarrollando los diferente trámites del procedimiento, han ido aflorando contradicciones y errores que han trufado el camino de pequeñas trampas.

La cuestión es que estas pequeñas trampas han alcanzado una dimensión que ha acabado explotando en las mesas que se han celebrado. Esa es la cuestión, el problema es otro.

El problema es la interpretación del redactado de según que partes de un pliego, que según cada parte, implica unas u otras decisiones que afectan al desarrollo final del procedimiento. Pero el problema se ha visto agravado cuando han entrado en juego las personalidades de las partes enfrentadas por sus interpretaciones opuestas. Se ha empezado a difuminar la barrera entre la argumentación y las simpatías personales. Y, junto a las argumentaciones respectivas, han empezado a enraizarse ciertas antipatías, fruto de posiciones monolíticas y poco dadas a la negociación y la cesión por ambas partes.

Y, por eso, se ha convertido un procedimiento administrativo en un enfrentamiento soterrado de personalismos, en el cual, ninguna parte parece dispuesta a ceder un ápice.

Partiendo de la base de unos errores iniciales, que han sido los desencadenantes de esta situación, las partes no han sabido o querido acercar posturas para poder agilizar el procedimiento y llegar a un final de una forma bastante ajustada a la norma, aunque sea cuestionable.

Cuando la personalidad degenera en el personalismo, las víctimas somos los demás. Convierten el diálogo en una enconada discusión en la cual no hay visos de salida.

Nota: lo que se quiere contratar es bastante superfluo, cosa que en ningún momento se ha puesto en cuestión, ya que podría haber otras formas de hacer lo mismo.

Moraleja: en qué se gaste el dinero, irrelevante; pero mi palabra es ley.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Disfuncionalidad organizativa.

Sinceramente, yo no tengo ni idea de organizaciones, ni de como organizarlas. A lo sumo, lo que tengo son ojos y tiempo para observar cosas de como estamos en casa.

No hablo ya de la ausencia de flexibilidad de la organización para la redistribución del personal para asumir picos de actividad de las diferentes partes, sino de una organización disfuncional para dotar a ciertas ramas de suficiente ¿músculo? para que el responsable no se crea que no tiene la importancia que se autoasigna.

Como decía, en casa hay servicios que bajo un epíteto se diluyen sus funciones, creando a la vez unas rigidezas internas que se solidifican bajo el sacrosanto mantra del "eso no está en las funciones de mi puesto".

Prisioneros de la relación de puestos de trabajo y su legendario rigor mortis. Solo la voluntad y un ápice de solidaridad que aflora entre algunos compañeros, hace que se pueda atisbar una sombra de grieta en ese sagrado dogma.

Cierto es que esas rigideces se fortalecen con las relaciones interpersonales entre los miembros de los servicios o intraservicio directamente.

Volviendo, de divagar, a la disfuncionalidad, advertir que en el caso que vivo existen ciertos aspectos de alcance general que tendrían más sentido si se incluyesen dentro de un servicio que presta servicios a la totalidad de la organización. Claro, que eso supondria que un servicio de por sí reducido quedase complétamente jibarizado, reducido a una presencia simbólica.

Luego está el mezclar competencias poco o nada relacionadas, en un mismo servicio. El motivo, supongo que ha de ser el mismo que el expuesto anteriormente, que el servicio tenga músculo y presencialidad para no parecer ese hijo segundón de familia bien que tiene que acabar de cura (en el siglo XVIII y XIX) o de enchufado en una fundación ad hoc para que no tenga complejo de inferioridad.

Tema a parte sería la capacitación de los titulares para la gestión del grupo y dotarle a éste, dentro de una lógica, una flexibilidad que permitiese cubrir aquellos desajustes temporales causados por lógicas internas o externas del devenir diario.

¿El problema de fondo? Creo que es el de siempre, egos y envidias mal entendidas. A parte de incapacidades manifiestas derivadas del sistema de provisión de puestos de trabajo. Y el siempre presente inmovilismo, ya que el cambio supone un esfuerzo que cuesta asumir. El cambio es lo que tiene que hay que trabajar de otra manera y asumir el esfuerzo para realizarlo.

Y la desmotivación de quién quiere hacerlo y no le dejan, que tiene consecuencias nefastas para la organización. El que se quema, se va.