miércoles, 2 de mayo de 2012

El laberinto de la ambientalización

Es un hecho, el mundo es finito, como lo son sus recursos.
Partiendo de una obviedad voy a poner cuatro notas sobre la ambientalización de la contratación pública, a raíz de un curso de 10 horas que hice la semana pasada.
Mi formación y experiencia en este mundo de la contratación ha sido siempre más como gestor (o un intento de serlo) más que como jurista (de lo que me alejo tanto como me permite la ley), pero en la crítica al curso, la parte jurídica, fue de largo mucho menos aburrida y pesada que la parte específica del curso.
Para el que no lo sepa la ambientalización de la contratación pública es el próximo horizonte que nos espera en la próxima directiva comunitaria. Parece ser que hay que contratar barato y limpio, o por lo menos no comprar sucio o agresivo con el medio ambiente. Cosa que viendo la obviedad de la primera frase, me parece loable. Pero malpensando un poco, no será el objetivo ponerle una barrera a todo lo que viene a del otro lado del mundo, para proteger a las empresas europeas, muchas de las cuales seguro que tienen joint ventures (que palabro más moderno) en tierras chinas para poder seguir manteniendo esos márgenes de beneficios que tanto anhelan los ejecutivos.

Siempre me lío y me voy por las ramas. Al meollo de la cuestión. Espero que la próxima directiva sea clara, concisa y directa, y ya que quiere ponerle una puertecita al inmenso campo del dogma de la libre competencia, no nos abrume con la losa que supone la famosa coletilla "y similares", que si quiere ambientalizar, que imponga etiquetas y certificaciones ecológicas con un doble objetivo: primero, obligar al empresario a ser más limpio para poder acceder al dinero público, y segundo, y no menos importante, facilitar la tarea a los órganos de contratación y que estos no tengan que subcontratar especialistas en miles de ámbitos medioambientales para la redacción de pliegos, estudio de la documentación entregada, tarea esta última que por lo comentado en el curso puede ser ardua, puesto que habría que revisar, por ejemplo, los ítemes que componen cada una de las etiquetas ecológicas y ver si coinciden con la documentación aportada, puesto que se le ha dado esa posibilidad.
Resumiendo un poco el tema, lo más inteligente que se comentó en dicho curso, y de largo, lo más sensato es ver si realmente es necesario lo que se va a contratar o se puede prescindir y conseguir el objetivo previsto por otros medios, que incluso eviten el gasto. El resto me pareció una complicación absurda y excesiva: si en el objeto de contrato no se especifica que ha de ser sostenible, medioambiental o similares, ya se entra en si se impide la libre competencia; si se introduce en la solvencia, hay que complicarlo para que se pueda presentar cualquiera, aunque sea un "terrorista ecológico"; en los criterios de valoración, estamos en las mismas.
Al final, parece ser que la única manera es pedir algo pequeño y poco útil, que suponga casi el derroche, para poder crear negocio y luego conciencia.
Mi conclusión fue que has de pedir un producto o servicio muy delimitado y hacerlo de forma estricta, para que los informes previos no te lo tiren atrás, en el que las prescripciones ya determinen que ha de ser respetuoso con el medio ambiente y rezar para que haya empresas en el mercado que te lo puedan ofrecer o se planteen ofrecértelo. A parte de ser una gran organización, por que como seáis dos en el servicio de contratación podéis perder la vida en el intento de comprobar la documentación y valorar las ofertas.


2 comentarios:

Guillermo Yáñez dijo...

Muy bueno, otro + que se aparta todo lo que puede de lo jurídico y se intenta acompañar por el sentido común.

SM01 dijo...

Por cierto, no hay nada peor que un experto que no sepa explicarse.