lunes, 26 de marzo de 2012

Transparente, translúcido, opaco

La semana pasada la Triple S salió en rueda de prensa para anunciar, a bombo y platillo, la intención del gobierno de redactar una ley de Transparencia.
Para el profano en una parte del objeto de dicha ley, la que concierne a la contratación pública, puede parecer una tarea digna y bienintencionada. Pero uno, para bien o para mal, lleva ya cierto tiempo metido en estos temas y ve dicha ley como un brindis al sol, más como el anuncio estrella para vender algo que ya se podía vender desde hace tiempo.
Tanto la última ley de contratos del sector público como sus sucesivas reformas hasta la publicación del su texto refundido (TRLCSP), inciden en la necesidad y la oportunidad de publicitar al máximo todo lo referente a la contratación administrativa de las administraciones públicas.

Esta afirmación me lleva a una doble reflexión, por un lado, según se desprende de lo anunciado por la vicepresidenta, se creará una página web donde se publicará toda la información que se considere necesaria para cumplir con la tan deseada transparencia. Entonces me pregunto, si esta página web será un enlazador de todos los perfiles del contratante, que por ley han de poseer todos aquellos que están sometidos al TRLCSP, o será un nuevo instrumento, a desarrollar, adjudicar y pagar que costará un dinero que se podría utilizar para otras necesidades. En el aire queda la respuesta, a expensas de lo que se concrete en el texto en cuestión.
La segunda reflexión es sobre la transparencia, si será tal o será solo translucidez. Por lo menos tenemos claro que partimos de una situación de opacidad, en la que quedan en la sombra muchos contratos que suponen muchos millones de euros. Pero había esta opacidad de forma querida, por que nunca ha habido voluntad política de ser, no digo transparente y cristalino como las aguas alpinas, pero por lo menos translúcido, pudiendo discernir algo, aunque solo sean siluetas. Los instrumentos para la translucidez, por así llamarla, llevan operativos unos cuatro años, pero siempre que desde los gestores se ha propuesto dar un paso más allá, para aprovechar la potencia de unos instrumentos infravalorados, la respuesta ha sido siempre la misma, sí, pero bueno, ya lo estudiaremos para la próxima vez.
Esta segunda reflexión me lleva a la conclusión de que si los propios políticos no respetan una ley que ellos han elaborado, discutido y aprobado, y necesitan redactar otra para imponer ciertos "castigos" o sanciones para quienes no la cumplan, es que el problema es muy grave, puesto que el principio de obediencia a la ley tiene la misma utilidad que el papel higiénico.
Viendo los datos que se quieren comunicar pasamos de la opacidad a la translucidez, pero para llegar a la transparencia tendría que darse un paso más allá y relacionar quienes son los máximos accionistas de cada empresa adjudicataria y a qué grupos empresariales perteneces. Solo así se podrá saber si realmente hay transparencia y dejar a las claras las relaciones reales entre el poder político y el poder económico.
Pero claro, eso sería darle munición gratuita al enemigo, por eso, no será una ley de transparencia, solamente será la luz de una vela para iluminar la fosa de Las Marianas.

2 comentarios:

Guillermo Yañez Sanchez dijo...

Hola Albert, afortunadamente James Cameron se ha hecho su propio submarino y será más fácil enterarnos de lo que se cuece en la fosa, que de los sucesivos contratos menores que uno tras otro van al fiable, responsable, serio y mismo licitador.

Coincido con lo que opinas, si hubiera habido (pretérito pluscuamperfecto) voluntad...

SM01 dijo...

Al fiable, responsable, serio y sus diversas personalidades jurídicas en forma de S.L. no te olvides de la multipersonalidad, una especie de multipropiedad, como la de los apartamentos.