jueves, 19 de noviembre de 2015

Barbaridades de hace unos años.

Con todo el jaleo montado con los comisionistas en la contratación pública, los públicos (políticos), principalmente, he estado rumiando sobre las declaraciones de los implicados o salpicados sobre las acusaciones hacia ellos vertidas y los argumentos esgrimidos contra estas y poner cuatro líneas por aquí.

Uno de ellos, el principal o, quizás, el único ha sido el de la impecabilidad en la tramitación de los contratos. Mi primera reacción fue una media sonrisa recordando mis inicios en el "gremio" (que poco me gusta esta palabra) de la contratación pública, como un simple auxiliar administrativo.

No sé si esa palabra, la impecabilidad, tiene el mismo significado para quien la pronunció y para mí, pero me temo que no. Eso me hizo echar la vista a diez, doce años atrás.


Como auxiliar, por mis manos pasaban los contratos menos complicados, los primeros los menores y, una vez cogido el ritmo, los primeros negociados, sin publicidad (y sin pudor, con la perspectiva del tiempo). 

Con los menores, te dedicabas a tapar las chapuzas hechas por las unidades, del tipo oye hazme esto y ya pasarás la factura, sin que se preocupasen de que hubiese crédito suficiente. Luego, a final de año llegaban las prisas y a pedir presupuestos "tuneados", que obviamente no pasaban por registro, idas y venidas a gestión económica para las reservas de crédito en partidas esquilmadas y a cero de forma constante... Bueno, nada nuevo en el horizonte.

Lo sangrante eran los negociados, a los concursos no tenía casi acceso (notificaciones, faxes para enmiendas...), donde, por entonces se cometían tropelías y desmanes impensables a día de hoy. Ves por donde, algo hemos ganado con la nueva ley y sus infinitas modificaciones.

No ve voy a extender, pero desde tener que hacer las prescripciones técnicas con la oferta de un suministrados, que ya te acompañaba su oferta de otras dos para cumplir con el mínimo exigido de "competencia"; a no pedir que las ofertas entrasen por registro; a no hacer una solicitud de oferta por ningún medio constabable (carta, correo electrónico...), básicamente te las traía la unidad cuando ya estaba fiscalizada la reserva de crédito; como las ofertas las traían las unidades, la documentación administrativa solo se pedía al adjudicatario y una vez firmada la resolución de adjudicación (éramos todos unos avanzados, jejeje); preparar unas prescripciones técnicas con nombre y apellidos...

Bueno, no sé como sería por otros lares, espero que no fuese tan flagrante, pero me temo que el descontrol ha sido general, sobre todo cuando lo importante es que el adjudicatario es el correcto.

Esperemos que con la próxima desaparición de los negociados por razón de la cuantía, las declaraciones de los políticos sobre la impecabilidad de la tramitación de los contratos, se vaya acercando un poco más a la verdad.

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