lunes, 12 de noviembre de 2018

Jerarquía, burocracia y el papel.

Cuatro líneas para comentar como la jerarquía o la posición de poder de determinados órganos suponen un freno para la eficacia y la eficiencia en la contratación o en cualquier ámbito de la Administración.
Llevo, prácticamente, un año sin tener ni un expediente de contratación en papel. En mi mesa, que no es ejemplo de orden ni nada que se le acerque, no hay carpetas con expedientes del año en curso, todo está en carpetas en el servidor y en documentos electrónicos, que vamos introduciendo en en tramitador de expedientes electrónicos paulatinamente (siempre que la realidad de la contratación y la del tramitador coincidan).
Recientemente, hemos tenido cambio de personal dentro de la Intervención Delegada. El nuevo funcionario, con la aquiescencia de su superior, el interventor, ha decidido que no piensa mirarse nada que no venga en papel y firmado con puño y letra, ni siquiera enviándoselo por correo electrónico, sino que tiene que llegar vía valija, ya que no ocupamos el mismo edificio.
El nuevo funcionario podría, siempre que fuésemos diligentes por nuestra parte, consultar la documentación por el tramitador, pero amparándose en que el superior jerárquico de la Intervención no ha explicitado tal forma de proceder, se ha acogido a su "tiránica" potestad de exigir la documentación en formato de celulosa reciclada. 
Para más inri, en la última evolución de la aplicación económico-financiera, con la que se generan las reservas y los documentos de disposición de crédito, tales movimientos han quedado reducidos a meros apuntes contables que son validados mediante la citada aplicación.
La paradoja es total. El destino de los documentos en papel no es otro que la destructora, ya que carecen de valor legal, puesto que es el apunte contable el que lo tiene.
Problemas de burocracia tolerados por la jerarquía, que nos llevan al pasado, a alargar procedimientos y a la mixtura en los expedientes.

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