martes, 22 de noviembre de 2011

Gris de campaña.

Copiando el título, de forma obscena y sin ningún miramiento, de una novela de Philip Kerr, la campaña electoral ha sido como el título que identifica la novela en cuestión, gris. Gris por que es el color de España, por mucho sol que haya, España es un estado gris, mediocre. Excepciones a la mediocridad, las hay, pero no dejan de ser excepciones. Ves a los políticos que han publicitado los medios de comunicación, sí publicitado, por que mientras la Junta Electoral Central determine que la información política en campaña electoral ha de seguir la correlación de la representación institucional, lo que se hace es publicitar y no informar. Los protagonistas de la campaña son políticos del pasado, a los cuales, no se les puede negar experiencia política (o la política como profesión), pero que eran elementos grises de segundo plano de una política, que a día de hoy, es historia. Los cambios en la sociedad y en el mundo no han sido asimilados por personas que son hijos políticos de la transición. La constatación de lo grises que son los políticos que se repartieron los votos el día 20 de noviembre, fue la demostración de la ¿euforia? que destilaba el candidato ganador desde el balcón de su imperio. Gris, soso, perdido, superado por unas masas ansiosas que tomar el poder y arrasar con lo hecho hasta ahora, sea bueno o malo. El futuro también es gris de campaña, no por las perspectivas económicas, que son la dura realidad desde hace 3 años, sino por ese revanchismo que se ha instalado en ciertas instancias mediáticas, que piden a gritos y sin pensarlo un solo segundo, política de tierra quemada y dejar en un páramo todo lo hecho durante ocho años, que no ha sido mucho y todo con un significado político más que económico. Es gris por que ahora se quiere hacer de la política un balance de cuentas, y la política es más que déficit, deuda, bonos, es dotar a una sociedad de unos contenidos que abarcan desde una forma de pensar hasta una manera de hacer, más allá de esperar a que un señor sentado en su sillón de piel de vaca de los Andes, decida a que prestar su dinero a un estado es más rentable que comprar las acciones de una petrolera. Todo es tan gris, que tengo la sensación de que estas palabras son grises y mediocres. ¿Volverá la policía a ser gris?

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