Da la sensación que es una ley que está escrita blanco sobre blanco, puesto que por mucho que se la lea, estudie por parte de determinados sujetos, parece que sea un articulado escrito en blanco. Se hace caso omiso de forma sistemática, como si su única función, y de ahí el título de este pequeño artículo, sea la misma que el papel higiénico, el de limpiarse, después de aliviar el sistema digestivo.
También, se puede entender como metáfora, que se utiliza la ley para darle un barniz de legalidad a toda la mierda que se salpica.
Los intereses particulares superan el interés público. Y no me estoy refiriendo a la corrupción (a cualquier escala), sino más en concreto a la propia carrera personal: intentar caer en gracia o no caer en desgracia de tus superiores, o en el caso de los superiores, de los electores.
Después de más de una década sufriendo una ley insuficiente, durante más de dos años de incumplimiento de una directiva europea (con otras se corre que da gusto, suelen ser las que sirven para pagar los favores a los grandes compañeros de viaje: la liberación de aquellos servicios públicos que cada mes o dos pasan reclamando el diezmo), se llega a una nueva ley, que aunque parezca mentira, empeora lo presente. Bueno, tiene un par de buenas intenciones, que la práctica ha llevado a que sean eso, buenas intenciones. Una de ellas trata de dar la máxima publicidad e información posible sobre todos los negocios económicos que realice la administración con terceros privados, principalmente. Pero, incluso con esto, hay quien parece no darse por aludido, que los plazos marcados por una ley, tienen el mismo valor que una tonelada de arena en el desierto.
Volvemos al maquiavelismo, el fin justifica los medios. El fin es hacer lo que manda en ser superior, el medio es aquí y ahora y que ya lo arreglen otros.
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